miércoles, 21 de abril de 2010

El cartel


Pues esto era el bueno de Yul Bryner que se dirigía a sus quehaceres diarios en las estepas cercanas a los Urales, cuando a la altura de la Renfe se encontró con un pequeño boñiguito de perro en medio de la acera.
"Qué guarro" - se dice rascándose la reluciente calva.
Se gira y se va.
Al día siguiente, cuando de nuevo Yul Bryner se dirige a una de sus batallas contra los polacos, al pasar por el mismo sitio, encuentra junto al boñigo, en medio de la acera, un papel con un nota y un escrito en ella:
"El dueño del perro que ha hecho esto es un guarro."
"Pues sí" - se dice Yul.
A la mañana siguiente, en su travesía semanal a cazar uros de la estepa, Yul Bryner encuentra en su camino, en medio de la acera, junto al boñigo y el papel con la nota, otro papel con un comentario no menos contundente:
"Además del dueño, el que deja papeles en el suelo también es un guarro"
"Hmmm, sí...sí que lo es."
El amanecer del nuevo día descubrió a un Yul Bryner dirigiéndose a su granja para criar varias de sus recuas de caballos a la orilla del Don. Como cualquier otro jueves. Varios papeles tirados en el suelo junto al boñigo, en medio de la acera, le llamaron la atención. Una nueva nota aparecía junto a las otras dos y al truño de perro.
"¿Guarro? Y tú gilipollas"
"Ahhh...."
Durante varias mañanas de varias semanas, Yul hizo el mismo recorrido y similares mensajes en uno y otro sentido eran leídos por él con atención.
"Tú sí que eres gilipollas. Y tu perro también."
"A mi perro ni se te ocurra, desgracio"
"Racista!"
"Maricón"
"Facha!"
Un viernes, Yul no tenía otra cosa en la reluciente cabeza. Apenas había podido dormir aquella noche sin parar de darle vueltas a la cabeza...
"¿Qué nuevo mensaje me encontraré mañana?" "¿Habrá tenido la valentía suficiente el primero para responder?" "¿El dueño volverá a atacar?" "¿Repetirá el perro un monigote como el primero?"
Abandonó su cabaña y se lanzó al camino embargado por la excitación y la incertidumbre. Los cosacos de su clan le saludaron como todas las mañanas pero el no le prestaba atención a nadie. Yul esa mañana tenía dudas que necesitaban respuesta y no descansaría hasta conseguirlas.
Las piernas le transportaron sin apenas rozar el suelo al ya mítico lugar junto a la Renfe. Desde la lejanía, un enorme cartel llamó su atención. Un cartel había sido colocado junto al boñigo y el montón de papeles, en medio de la acera.
"Prohibido arrojar papeles y colocar carteles. El ayuntamiento"
"Ah.hhh..."