¿Ein?
Querría alegrarme ante el titular que decora esta entrada y la noticia que leen mis ojos
aquí, pero...
...pero es que no me lo creo ni de coña.
En un país en el que la educación depende de cómo se levante por la mañanas el cacique de turno, y en el que los investigadores de prestigio (nuestros genios, joder), viven de becas que se conceden aletatoriamente dependiendo de la cantidad de porquería que estén dispuestos a tragar proveniente de los palcos superiores, creo que aventurarse a decir estas cosas es cuando menos arriesgado. Por no decir falso, por muchas ganas que tengamos algunos de que no sea así.
El secretario de Estado de Universidades e Investigación, el tal Miguel Ángel Quintanilla, autor de la frase, dirá lo que quiera, pero a mí que no me digan que alguien así vive en este mundo. Cómo puede ser que un país en el que para dedicarte a lo que has estudiado durante cinco años, como sucede a los biólogos, matemáticos, físicos... o bien eres Albert Einstein después de escribir algo sobre el
efecto fotoeléctrico, o te comes los mocos delante de un ordenador, picando código y aguantando a un retrasado mental al que llaman jefe de proyecto...
Y aún así, aunque seas el puto Alberto, te vas a tirar hasta los treinta y tantos cobrando seiscientos euros, con un contrato de becario, por un trabajo que te va a quitar diez horas de vida al día.
Y si te mandan a hacer la tesis a Alemania o al MIT, pues tienes suerte....
Que no hombre, que no. Que para hacer cosas importantes, como por ejemplo, una potencia científica mundial, hay que empezar por las cosas pequeñas...o lo que es lo mismo, a ver si lo entienden, que para hacer un edificio que aguante en pie los próximos años, o se diseñan unos cimientos medianamente normales, o el edificio se cae en cuatro días.