martes, 12 de mayo de 2009

Varo recupera su rostro.

Mediante las más modernas técnicas de identificación y reconstrucción de rostros que la policía alemana ha dispuesto, el famoso romano Publio Quintilio Varo vuelve a tener el mismo aspecto que tuvo hace dos mil años. Y todo ello a partir de antiguas monedas de cuando Varo era gobernador de una provincia del norte de África.
Bueno, pero por qué hablo yo de Varo y por qué es famoso romano...
Año 9 d.c.
Octavio Augusto es el primer emperador de Roma. Las Galias están bajo el dominio romano, lo mismo que Hispania, Grecia y prácticamente todo el Mediterráneo. Roma también domina parte de Germania, incluída Germania Magna, la región situada entre el Rín y el Elba. Para terminar de romanizar la región, aún bastante "bárbara", Octavio envia tres legiones al mando de Publio Quintilio Varo.
Arminio, jefe de la tribu germana de los queruscos, pero aliado, ciudadano y jefe también de un destacamento romano, acompañó a Varo cuando a principios del verano cruzó el Rín con las tres legiones, cargadas con toda la impedimenta y cargamento que necesita un ejército de 20.000 hombres para marchar. Varo nada sospechaba, pero Arminio en realidad veía como invasores a los que se creían sus amigos. Nunca pudo imaginar el romano, que Arminio, formado y educado por los romanos, intrigaba a sus espaldas e invocaba al alzamiento de otras tribus germánicas.

Tras finalizar el verano, Varo decidió volver a cruzar el Rín para pasar el invierno, pero se recibió un aviso de una revuelta cuyo aplacamiento era necesario lo antes posible. Allá fué Varo el 9 de septiembre del año 9 de nuestra era, con sus tres legiones sin imaginar siquiera que en realidad se dirigía hacia su perdición.

El bosque de Teutoburgo era la zona montañosa y de difícil acceso hacia la que Varo enviaba a su lento, pesado y numeroso ejército. La tormenta que acompañaba la travesía dificultaba aún más la marcha de los muchas veces victoriosos legionarios romanos. A una orden del líder germano, la trampa se cerró. Decenas de troncos de árbol cortados con anterioridad, cayeron sobre los desprevenidos romanos en plena marcha. Nubes de dardos oscurecieron el ya de por sí gris cielo y volaron por el aire para impactar contra yelmos, lorigas y escudos. El desconcierto invadió la columna de los experimentados soldados que no entendían qué estaba ocurriendo. Un instante después, miles de germanos se lanzaron sobre esa masa desordenada de hombres, animales y material, dispuestos a cobrarse en sangre la osadía de aquellos que se habían atrevido a poner los pies en sus tierras.
Los legionarios se defendieron con la bravura que siempre les ha caracterizado, pero la suerte estaba echada. Las legiones terminaron desperdigadas y los soldados fueron literalmente cazados uno a uno en las profundidades del bosque de Teutoburgo. Las legiones fueron exterminadas y apenas 5.000 de los 20.000 originales consiguieron volver a los campamentos de invierno, al otro lado del Rín.
La noticia causó una profunda conmocion en Roma. El propio emperador definió como funesta la fecha del 9 de septiembre, hasta tal punto que ese día, durante los sucesivos años, se repetía una y otra vez una frase:
Quintili Vare, legiones redde!
(¡Varo, devuélveme mis legiones!")

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