viernes, 10 de julio de 2009

Intelectuales en la playa

Andaba yo dándole el finiquito a El camino del corazón, de Sánchez Dragó (por cierto, más que recomendable), en la playita, que es época y que por poco dado que sea uno a mojarse los tobillos en el mar, viene de lujo para culturizarse un poco con algún que otro librito, pues estaba yo en una playa de Benidorm, debajo de una sombrilla (que me quemo) leyendo, y en esto que cayeron de un guindo a mi lado los típicos "sénecas" con los que uno se puede cruzar en la playa y, por qué no, en cualquier lugar del mundo.
Ni qué decir que la paz, el sonido del mar y el negro sobre blanco se fueron al garete, sustituidos por los típicos "¡mamá, la toalla!", "¡Juani, échale crema al niño!" o "¡no me tapa la güevera!".... Este último chillido me pegó fuerte. Claro, tuve que mirar a ver de qué se trataba porque no me imaginaba, ingenuo yo, qué tipo de cosas hace la gente con los güevos. Igual lo saben muchos, pero desconocía que la redecilla del bañador se llamaba güevera, pero claro, de los intelectuales se aprenden éstas y muchas otras cosas.
Pero lo que ya me descolocó todo lo descolocable, fue esa frase que aún retumba cuán mascletá en mis cada día más sorprendidos oídos:
"¿dónde nos enjabuamos los pies?"

Se derrumban los cimientos señores...

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