martes, 10 de agosto de 2010

El tonto del reguetón (el reguetonto)

Venía Steven Seagal de romper unos brazos y algún que otro meñique a unos negros del Bronx, cuando se dio cuenta de que si no espabilaba no pillaba la Renfe. El tren acababa de parar en el andén cuando él lo divisó en la lejanía, un par de andenes más allá. No había tiempo que perder, con lo que rememorando aquel soleado día de verano de 1973 en la isla de Okinawa, durante el cual O Sensei y él pasaron las horas buscando ciertas hierbas que sólo crecían en lo más alto de la montaña, y que después fueron incineradas y envueltas en unas acartonadas hojas de bambú, para posteriormente ser aspirado con fuerza su aroma y provocando a la postre que sensei y padawan acabaran diciéndose cosas muy serias el uno al otro, pues tuvo el amigo Steve, decíamos, que ponerse las pilas si no quería quedarse en tierra diez minutazos esperando al siguiente tren. Aceleró al principio un poco el paso para posteriormente darse vidilla de la buena y enciscarse en todo lo que se le ponía por delante, ya fuera alguna musculosa embarazada que se afanaba por no caer rodando por la escalera mecánica al paso de Seagal, la muy bruta, o alguna corpulenta anciana de 90 años que se hacía fuerte a la entrada del vagón para entrar la primera y echarle morro para conseguir asiento. Nada menos.
"Si es que aquí todo el mundo se cree con derecho...Dónde vamos a ir a parar." - se dijo Steve.
Ya dentro del vagón, se despidió con la mano de la embarazada, que por alguna extraña razón le miraba con cara cagarse en sus muertos. Steve se encogió de hombros y buscó un sitio para sentarse. Dio un par de pasos hacia el único asiento que había libre en todo el tren, pero en esto que una sombra surgió de su propio sobaco y se le adelantó.
"Increíble. No me he dado cuenta." - pensó Seagal.
El dueño de la sombra, un gañanazo con menos pecho que una farola y la misma chicha que una lombriz, plantó el culo en el asiento y ahí se quedó, con medio calzoncillo apoyado contra el asiento y el otro medio delante de la cara de Steve, que miraba sin dar crédito.
Levantó el tío de los gallumbos la jeta y la dirigió contra Steve como diciendo:
"Ahí te quedas de pié, pringao"
Y se ajustó el piercing en la nariz.
A Seagal no le gustan los piercing y en condiciones normales, sólo eso le habría bastado al gallumbero para ser aporreado en la nariz de manera cruel, pero aquella actitud desafiante le desconcertó. Sí, desconcertó a Steven Seagal aquel niñato con los calzoncillos fuera. Y puede que ninguno de nosotros lo crea, pero así fue.
Al poco, el gallumbero sacó el móvil. Todo gallumbero que se precie lleva uno y este, que además iba con piercing, no podía ser menos. Disimuladamente, Steve siguió con la mirada los gestos de aquel que le había desafiado. Con esos ojos de chino que la coleta que le tira por detrás le deja, junto con ese gesto de absoluta concentración en la cara, pudo distinguir como el niñato tocaba los botones y un instante después...comenzó el reguetón.
"¿Cómo?" - Exclamó Seagal - "¿Oigo visiones?
Hay pocas cosas que Steven Seagal no soporta en el mundo. Una es que construyan una planta petrolífera en Alaska que impida a los indios cazar renos con el arco. Otra es que unos terroristas internacionales secuestren un barco cargado con misiles nucleares y que con ellos apunten a su querida Wisconsin y otra es que un patán con los pantalones a la altura de las rodillas ponga reguetón con el móvil mientras va en la Renfe.
Obligado pues por las circunstancias y acordándose de aquella máxima con la que O sensei le aleccionó aquel domingo de marzo en Yokohama mientras ambos se dejaban las uñas en la arena cuando buscaban huevos de tortuga en la playa y que decía algo así como:
"La mejor solución contra el reguetón es el puñetazo, aunque a veces puede uno mancharse con la sangre, así que piénsatelo."
Pues Steve se lo pensó. O mejor dicho, se acercó al tontolabas del gallumbero y le conminó con buenas palabras a que dejara en paz a la humanidad y le diera al botón rojo de su móvil ipsofacto.
El gallumbero, que como suelen ser todos los tontos del culo era también audaz, levantó el dedo corazón que tenía libre y se lo puso a Seagal frente a la nariz. Qué decir que aquel dedo que en principio era algo recto y robusto cuan obelisco, quedó con la misma forma que lo que hace un loco cuando firma, como una especie de Z cuando Steve se dedicó a practicar con aquel dedo su examen de 6ª Dan. Si a eso le unimos que el codo cuando se le saca de su sitio forma una especie de V y la muñeca una S cuando se la disloca, pues a Seagal se le ocurrió continuar con el alfabeto, a ver qué letras le salían con las articulaciones del gallumbero tontolabas.
Llegó a las 20 letras el tío. Y mira que le dolió porque en el fondo aquel tontolabas era un audaz. Gilipollas pero audaz.
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3 comentarios:

pablo dijo...

jajajajaja me parto con este post, qué necesitados de steven seagals estamos en los ferrocarriles españoles donde hay mucho niñato que tiene la extraña afición de culturizar musicalmente a todo el vagón. Un saludo!

Anónimo dijo...

SILVIA: Cada día se te va más la pinza, pero es muy bueno!! La verdad que a veces haría falta algo así en la Renfe, y poner orden :-) Aunque la foto de Steven Seagal más estirado que la Sara Montiel, yo no se como no "acojonó" al gallumberas reguetoniano... pero además de garrulos son atrevidos... se la jugó, aunque sólo sea por el mal gusto musical..................

Anónimo dijo...

Que buena redacción.Insta a una a reflexionar sobre el suceso. ¿Será el protagonista ángel o demonio?.
Inquietada me hallo, ante semejante suceso. Qué, por cierto,¿de donde ha sacado vd. sus fuentes?

Atentamente, Aire.