miércoles, 30 de julio de 2008

El Castellano de Flandes

Al fin he terminado con El Castellano de Flandes.
Se trata de un tocho de más de 600 páginas en las que se cuenta la vida de Sancho Dávila, un castellano del siglo XVI, que como otros muchos de aquella época, terminó engrosando las filas de los temibles tercios, convirtiéndose finalmente en señor de la fortaleza de Amberes.
Históricamente, impecable. Documentado insaciablemente por Enrique Martínez Ruiz detalla los hechos acaecidos en Centroeuropa y el mediterráneo occidental con todo lujo de detalles, nombres y fechas, todo ello desde los ojos del protagonista, que aparece en todos los saraos importantes de aquella época, desde la rebelión de los Comuneros en Castilla, hasta lo más crudo de las guerras de flandes, pasando por el Saco de Roma, Mühlberg o los ataques corsarios a las posiciones turcas del norte de África.
Todo, digo, muy bien documentado y redactado, pero para mí, demasiado...periodístico. Da la sensación que todo el mundo tiene el mismo carácter y habla de la misma manera. Pero bueno. Ese es sólo mi punto de vista.
Lo del nombre castellano del título, que parece tan poco original, se verá después de leer el libro que en realidad no se refiere a que el protagonista es castellano de Ávila, sino que así es como se denominaba a los que estaban a cargo de un castillo o fortaleza. A eso se refiere el autor con el título.
Y una curiosidad. No del libro, si no de la edición o del ejemplar en particular que me tocó a mí. Llevaba ya unas cuatrocientas páginas, cuando me empezó a dar la sensación de que estaba leyendo algo que ya había leído. O se parecía mucho, o directamente estaba repetido. Después de más de treinta páginas, paro y me pongo a buscar eso mismo unas páginas por delante y...boilá, ahí estaban. Nada menos que casi cuarenta páginas repetidas unas cuarenta páginas delante. "Así es de tocho", dije. Pero la putada es que esas cuartenta páginas repetidas, en realidad sustituyen a cuarenta que no están en el ejemplar que yo estaba leyendo. Vamos, que me he quedado sin saber qué pasa en esas cuarenta páginas.
Ahora, al Hiper a ver si se tiran el pingüi...

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