martes, 14 de abril de 2009

Santo Formigal

Qué arte.
Qué presencia.
Cómo se desliza...
Catacrooooooooooc!!!!!

Unos días antes...

Estamos en Tramacastilla de Tena, cerca de Formigal, Huesca. Es el final de la temporada y uno de los objetivos pendientes de este año ha de llevarse a cabo. Hasta noviembre no habrá otra oportunidad de cogerle el tranquillo al esquí, así que habrá ponerse a ello.

Como siempre, el valle de Tena, espectacular. El jueves por la mañana, con la fresca, fuimos para la estación, con el equipo y el forfait preparados para disfrutar de un día perfecto para esquiar: cielo azul, nieve de sobra y no demasiada gente. A media mañana ya teníamos más que trilladas las azules del valle de Izas y la bajada de Anayet. La cosa marchaba de lujo...y aún quedaban tres días mínimo.

Pero las previsiones meteorológicas no fallaron. Más aún, como suele ser en semanas santas y puentes señalados, casualmente el mal tiempo previsto resulta ser aún peor en la realidad. Total, que el viernes nevó durante todo el día y la estación se cerró por falta de visibilidad y peligro de aludes...
Y aún peor, el sábado además de seguir cayendo nieve, por primera vez en la historia, nos dijeron, todo el valle de Tena se quedó sin suministro eléctrico fiable, con lo que remontes y demás instalaciones de la estación se quedaron sin chicha. En fin. Dos días didicados de lleno a los pinchos, los embutidos aragoneses y el bebercio. A ver el domingo qué tal...

Y el domingo, mejoró el tiempo. Sin dejar de nevar totalmente, el suministro eléctrico y la estación volvieron por sus cauces, y allá que fuimos toda la tropa. A disfrutar de auténtica nieve en polvo nosotros sólos, que todos los vascos que suelen petar Formigal habían volado ya debido a los malos augurios meteorológicos.
Ahí estuvimos, depurando las azules y mirando de cerca las rojas, cuando en la bajada de Anayet, un relieve mal distinguido por la falta de luz se cruzó con la mayor promesa española para las próximas olimpiadas de invierno desde Paquillo Fernández Ochoa...
Los esquís, clavados, los dos en un montículo, y yo, de bruces con la cara contra la nieve y con el brazo debajo del cuerpo. El hombro, a la virulé.
Terminé la bajada a duras penas y volví a subir al telesilla, con la esperanza de que lo del hombro sólo fuera una magulladura. Pero no. En un intento de estirar el brazo derecho completamente, algo sonó por lo profundo. Malo. Al llegar arriba, media vuelta y a la enfermería...
Afortunadamente, a priori no había nada roto, pero por el momento, aquella castaña significaba el fin del esquí para esta temporada. Una pena, porque el lunes, al día siguiente, amaneció un día perfecto, con buen tiempo y menos gente, y la nieve, finita finita.

El próximo año prometo venganza.

1 comentario:

Mario dijo...

Mira que te dije que esto no podia acabar bien.....